Todo aquello que atañe a los actos humanos y sus consecuencias, es conocido como ética. Las conductas humanas, teniendo en cuenta que están regidas por una voluntad emanada a su vez de la razón, tienen una implicancia que trasciende a su entorno, afectando directamente sobre la colectividad, la otredad. En lo concerniente a lo colectivo, los actos humanos derivan en imperativos regulados a su vez por un consenso general, que llamamos leyes. La moral atañe a aquellos actos que una cultura o sociedad determina como aceptables o reprochables. La transgresión de lo que en la definición de Emmanuel Kant, se conoce como imperativo categórico, es decir, actuar de manera que nuestra acción tenga una validez universal, implica una serie de circunstancias del ethos (del griego, carácter) humano en todo su conjunto. Si tenemos en cuenta la característica gregaria de nuestra naturaleza, se comprende que el espectro de causas derivado de las acciones del hombre dentro de una sociedad, repercute directamente en su estructura de valores.
Por tal motivo, el grupo de normas que rigen la conducta social de los individuos no es suficiente que sea puesto en forma de normas o leyes, es necesaria una remisión metafísica. El concepto de un ente supremo que ordena el mundo, y por consiguiente, rige y vigila las acciones del hombre, se convierte en vital para gran parte de las culturas, en su estatuto moral. La escala de valores asociados a una doctrina espiritual, refuerza el concepto de compromiso moral en la relación con determinada creencia.
Pese a que el pensamiento moderno ha revaluado la necesidad de un proceder ligado a un código moral que remite a un credo particular, dentro del orden simbólico de la sicología humana, la representación física o espiritual de lo que representa una transgresión moral, se relaciona directamente con el fenómeno metafísico. Aunque esto ha venido siendo revaluado, especialmente durante el siglo XX, con teorías como el psicoanálisis de pensadores como Freud o Lacán.
Origen del estudio de la ética
Durante la época de la antigua Grecia, Platón fue el primer pensador en hacer un análisis de los distintos modelos éticos en sus diálogos filosóficos. Así en el Fedón, explora la naturaleza idealista del alma al caer en el mundo físico; en La República, las relaciones entre el carácter individual del integrante de la polis con respecto a la ciudad-estado, el fundamento de la estructura política de la Antigua Grecia. Aristóteles en su obra Ética Nicomaquea, estudia como el hombre busca su felicidad intentando hallar la realización de su ser integral y desde luego, moralmente, pues es en su carácter que está la raíz de sus actos y voliciones. Luego, los estoicos, proclamaron la virtud moral de la entereza del carácter como fundamento de la felicidad. Por su parte los epicúreos, afirmaban que por medio de los goces del espíritu y el cuerpo es donde se encuentra tal ruta a la felicidad y la realización.
Ya en la Edad Media, la filosofía moral del cristianismo se afilia a los conceptos aristotélicos dando origen a la escolástica, donde según las escrituras, la virtud y la felicidad del ser, tienen origen en la relación del hombre con Dios.
En la edad moderna, Descartes fue el primero en cuestionar las cuestiones éticas relacionadas con la razón en sus principios racionalistas. Spinoza, filósofo judío de origen sefardita, compendió en su magna obra, Ética demostrada según el orden geométrico, los principios filosóficos que sus antecesores expusieron enfocándolo desde todo punto de vista: metafísico, moral y político. Kant, dentro de su sistema filosófico, creo su concepto de imperativo categórico, un comportamiento autónomo y ajeno a cualquier doctrina espiritual o religiosa, consistente en que el modo individual de actuar tenga una validez de carácter universal. Este concepto, señala a la razón humana como la guía de la conducta humana, liberada de cualquier intervención divina o humana. Es decir, que toda concepción moral debe ser universalmente acatada para ser valida, v.g: si matar a otra persona es ir en contra del bien común, entonces no debo matar; pero alguien que considere que no le importa el bien común puede cometer un asesinato. Es decir, es una moral para la que no es necesaria una justificación ajena a la voluntad misma.
A principios del siglo XIX, tuvo auge un movimiento derivado de la escuela positivista, que pretendía hallar explicación a los fenómenos en la conducta del hombre por medio del método científico. La axiología, o la filosofía de los valores, tuvo su acta de bautismo dentro la llamada escuela idealista de los valores.
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