No me quiero enamorar, es una expresión de luchadores
En la actualidad se puede encontrar matrimonios en los que uno de los dos dice: me comencé a sentir cansado y acudí a mi cónyuge para decirle que hiciéramos algo, le decía y le decía, sin embargo, nunca me dio importancia y menos al tema de lo que le estaba diciendo, creo que no le interesaba.
De tanto insistirle también mi cónyuge se comenzó a cansar, por lo que comenzó una actitud indiferente hacia mí, ahora me comenzó a hablar en forma despectiva, al punto que ya casi me sentía en un mar de frustración en el que mi pareja me estaba introduciendo quizá sin darse cuenta de ello.
El asunto es que lo que para mi cónyuge era algo sin valor para otros que encontraba a mi paso era relevante y me lo decían algunas personas del sexo opuesto, de tal manera que me encontraba entre la espada y la pared. No era que yo estuviese buscando una persona que me valorara en su lugar.
Cuando me encontraba entre el desprecio de mi pareja y la valoración que me brindaban de continuo otras personas me sentía en medio de una atentación, sin embargo, a la vez exclamaba no me quiero enamorar de nuevo, sin saber en qué puede parar una nueva relación que quizá puede ser un nuevo fracaso.
No es tan fácil cumplir con la frase: no me quiero enamorar
La historia imaginaria de lo que puede suceder en un momento dado entre dos personas que conforman una pareja matrimonial, se continúa y el asunto es que la persona comienza analizar y a hacer una analogía entre el trato de la persona que está unida en matrimonio y el transeúnte que le dice halagos.
El punto a favor del cónyuge indiferente es que se pretende que tiene asegurada a la otra persona y de veras que la persona que se ha convertido en víctima piensa en la vida moral, en que, qué podrán decir los amigos y familiares de cada uno de los dos esposos, esto le hace pensarlo en serio.
En este orden de ideas, siempre se dice: no me quiero enamorar de una persona que no está comprometida conmigo por los lasos del matrimonio. Al paso del tiempo y en vista de que la otra persona cada vez se torna más indiferente, mientras dentro de lo posible haya otra persona insistente.
Esta persona insistente que busca hablarle cada día con el fin de dominar sus temores y atar sus sentimientos hacia ella, logra que la víctima de desprecios e indiferencias por parte de su cónyuge, comience a considerar las insinuaciones y ya se inicia el tenue rayo de luz de una nueva relación en la penumbra de la inmensidad de una noche sin luna ni estrellas. En este momento los valores morales y éticos que se tengan comienzan a debilitarse, entrando en confusión.
La historia de vidas que se encuentran en este estado es inconmensurable, y lo peor de todo es que la gente comienza a juzgar la persona que se encuentra en esta situación, en vez de tratar de ayudarle hablando con la persona indiferente para que entre en razón de lo que está sucediendo y reaccione.
En realidad no es suficiente decir: no me quiero enamorar cuando se está en medio de las olas de alta mar de la confusión donde por un lado se experimenta un trato despectivo e indiferente y por otro unos brazos abiertos que ofrecen lo que desearía encontrar en su propio cónyuge.
La frase no me quiero enamorar pierde fuerza si se siente estar vencido.
Nadie que se sienta vencido por la buenas atenciones de aquella persona que no es la que recibió como su legítimo cónyuge, y por otro lado sienta el desprecio, el trato despectivo y la indiferencia de quien esperaría recibir el trato de la persona, puede estar tan fuerte como para rechazar sus propuestas.
Ya a esta altura la persona vencida de luchar comienza a inclinarse hacia donde no debe, pero este es el lado conde se podría sentir mejor, no puede decirle al corazón que deje de latir cuando vea la otra persona que abre sus brazos y le dice ven a mí que yo tengo para darte todo lo que te hace falta.
Claro que de todas maneras la persona seguirá repitiéndose: no me quiero enamorar de una persona que no sea mi cónyuge, seguirá luchando, aunque ya sin fuerzas, sólo como por hacer el último esfuerzo con el fin de que su conciencia no le a cuse de su decisión, pero a más de la mitad de río.
Desde luego que la tercera persona estará luchando con más insistencia para lograr su cometido, aunque ya se está dando cuenta que tiene un setenta y cinco por ciento de la victoria a su favor. Está bien, dice la persona en problemas, vamos a comenzar a conocernos y sólo pensemos en pasear.
Pasemos algunos momentos de distracción saliendo a algunos lugares a pasear, sin abrigar la idea de nada más porque no conviene nada más. La pregunta que habría para hacer es: en realidad esto se puede lograr sin que nada más pase entre dos personas donde ya está latente la obsesión del amor.
Las salidas de cada mes al comienzo, se intensifican a cada quince día, luego cada fin de semana y se inicia una cercanía a través de teléfono y notas donde se tratan como verdaderos amigos y el clima de una relación se está poniendo en el punto hasta llegar a encontrarse de nuevo en confusión la víctima. Puede ser que aquí esté gritando con mayor fuerza: no me quiero enamorar de esta persona, sin embargo, ya sus sentimientos están dominados y es demasiado tarde para retroceder.
De tanto insistirle también mi cónyuge se comenzó a cansar, por lo que comenzó una actitud indiferente hacia mí, ahora me comenzó a hablar en forma despectiva, al punto que ya casi me sentía en un mar de frustración en el que mi pareja me estaba introduciendo quizá sin darse cuenta de ello.
El asunto es que lo que para mi cónyuge era algo sin valor para otros que encontraba a mi paso era relevante y me lo decían algunas personas del sexo opuesto, de tal manera que me encontraba entre la espada y la pared. No era que yo estuviese buscando una persona que me valorara en su lugar.
Cuando me encontraba entre el desprecio de mi pareja y la valoración que me brindaban de continuo otras personas me sentía en medio de una atentación, sin embargo, a la vez exclamaba no me quiero enamorar de nuevo, sin saber en qué puede parar una nueva relación que quizá puede ser un nuevo fracaso.
No es tan fácil cumplir con la frase: no me quiero enamorar
La historia imaginaria de lo que puede suceder en un momento dado entre dos personas que conforman una pareja matrimonial, se continúa y el asunto es que la persona comienza analizar y a hacer una analogía entre el trato de la persona que está unida en matrimonio y el transeúnte que le dice halagos.
El punto a favor del cónyuge indiferente es que se pretende que tiene asegurada a la otra persona y de veras que la persona que se ha convertido en víctima piensa en la vida moral, en que, qué podrán decir los amigos y familiares de cada uno de los dos esposos, esto le hace pensarlo en serio.
En este orden de ideas, siempre se dice: no me quiero enamorar de una persona que no está comprometida conmigo por los lasos del matrimonio. Al paso del tiempo y en vista de que la otra persona cada vez se torna más indiferente, mientras dentro de lo posible haya otra persona insistente.
Esta persona insistente que busca hablarle cada día con el fin de dominar sus temores y atar sus sentimientos hacia ella, logra que la víctima de desprecios e indiferencias por parte de su cónyuge, comience a considerar las insinuaciones y ya se inicia el tenue rayo de luz de una nueva relación en la penumbra de la inmensidad de una noche sin luna ni estrellas. En este momento los valores morales y éticos que se tengan comienzan a debilitarse, entrando en confusión.
La historia de vidas que se encuentran en este estado es inconmensurable, y lo peor de todo es que la gente comienza a juzgar la persona que se encuentra en esta situación, en vez de tratar de ayudarle hablando con la persona indiferente para que entre en razón de lo que está sucediendo y reaccione.
En realidad no es suficiente decir: no me quiero enamorar cuando se está en medio de las olas de alta mar de la confusión donde por un lado se experimenta un trato despectivo e indiferente y por otro unos brazos abiertos que ofrecen lo que desearía encontrar en su propio cónyuge.
La frase no me quiero enamorar pierde fuerza si se siente estar vencido.
Nadie que se sienta vencido por la buenas atenciones de aquella persona que no es la que recibió como su legítimo cónyuge, y por otro lado sienta el desprecio, el trato despectivo y la indiferencia de quien esperaría recibir el trato de la persona, puede estar tan fuerte como para rechazar sus propuestas.
Ya a esta altura la persona vencida de luchar comienza a inclinarse hacia donde no debe, pero este es el lado conde se podría sentir mejor, no puede decirle al corazón que deje de latir cuando vea la otra persona que abre sus brazos y le dice ven a mí que yo tengo para darte todo lo que te hace falta.
Claro que de todas maneras la persona seguirá repitiéndose: no me quiero enamorar de una persona que no sea mi cónyuge, seguirá luchando, aunque ya sin fuerzas, sólo como por hacer el último esfuerzo con el fin de que su conciencia no le a cuse de su decisión, pero a más de la mitad de río.
Desde luego que la tercera persona estará luchando con más insistencia para lograr su cometido, aunque ya se está dando cuenta que tiene un setenta y cinco por ciento de la victoria a su favor. Está bien, dice la persona en problemas, vamos a comenzar a conocernos y sólo pensemos en pasear.
Pasemos algunos momentos de distracción saliendo a algunos lugares a pasear, sin abrigar la idea de nada más porque no conviene nada más. La pregunta que habría para hacer es: en realidad esto se puede lograr sin que nada más pase entre dos personas donde ya está latente la obsesión del amor.
Las salidas de cada mes al comienzo, se intensifican a cada quince día, luego cada fin de semana y se inicia una cercanía a través de teléfono y notas donde se tratan como verdaderos amigos y el clima de una relación se está poniendo en el punto hasta llegar a encontrarse de nuevo en confusión la víctima. Puede ser que aquí esté gritando con mayor fuerza: no me quiero enamorar de esta persona, sin embargo, ya sus sentimientos están dominados y es demasiado tarde para retroceder.
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