Se abrió la puerta y apareció un señor bajito y regordete. Mediría apenas un metro y medio y la barriga colgaba hermosa por encima del cinturón. Llevaba un maletín en la mano y una gabardina que le llegaba hasta los tobillos. Se acercó a la mesa y dijo:
-Buenas noches, ¿es usted el señor Kevin Smith, nacido el 13 de octubre de 1974?
-Ssssssí.
-Bien, aquí tiene. Firme con sangre en el recuadro de abajo.
-….
-Y bien, ¿a qué espera...?, dijo el misterioso hombre de la gabardina.
- No sé, es la primera vez que vendo mi alma al diablo y… la verdad, me esperaba otra cosa.
-¿Ah Si? dijo con voz cansada mientras se situaba bien las gafas con el índice y lo miraba fijamente con sus ojos saltones.
-Pero vamos a ver, dijo el sr. Smith, ¿¡es usted de verdad el… Demonio, Satán, Belcebú, Lucifer, el gran Espíritu Maligno de todos los tiempos!!?
Nuestro pequeño hombre-barrilete se quitó la gabardina, puso la maleta encima de la mesa, la abrió y sacó unos cuernos de plástico que se instaló en la cabeza con una goma elástica por debajo de la barbilla que hacía más ostensible su papada. Se subió al taburete y dijo, mirando al techo: ¿Qué tal ahora?
-No se lo tome a mal –dijo el sr. Smith-, pero la verdad es que no acaba de imponer mucho (hay que decir que parecía el hombre-bala de un circo americano antes de salir volando por los aires. Sólo faltaba que se hubiera dejado la bragueta abierta…)
-Mire, dijo el pequeño diablo, yo tengo muchas almas a las que visitar, así que ¿quiere o no quiere?
Después de unos segundos de silencio, el Sr. Smith dijo:
-Está bien, está bien… ¿Dónde era la firma?
Al momento una luz perversa se iluminó en las pupilas del hombre-bala y con un movimiento rápido le pinchó el dedo pulgar y extrajo la gota que sellaba un pacto eterno y tenebroso. De repente, la cara del sr. Smith se transformó en una terrible mueca. El pequeño hombre bajo y gordinflón se había transformado en un ser horrendo y abominable. Sus ojos parecían los de una serpiente y sus dedos se habían transformado en poderosas garras.
Mientras se iba, el demonio le dijo con voz grave y burlona: Sr. Smith, Sr. Smith… es una pena que mientras decía todos los apelativos que la historia me ha conferido (Satán, Lucifer, Belcebú…), se olvidara de uno muy importante: “Padre de la mentira...”. Buenas y largas noches Sr. Smith…
-Buenas noches, ¿es usted el señor Kevin Smith, nacido el 13 de octubre de 1974?
-Ssssssí.
-Bien, aquí tiene. Firme con sangre en el recuadro de abajo.
-….
-Y bien, ¿a qué espera...?, dijo el misterioso hombre de la gabardina.
- No sé, es la primera vez que vendo mi alma al diablo y… la verdad, me esperaba otra cosa.
-¿Ah Si? dijo con voz cansada mientras se situaba bien las gafas con el índice y lo miraba fijamente con sus ojos saltones.
-Pero vamos a ver, dijo el sr. Smith, ¿¡es usted de verdad el… Demonio, Satán, Belcebú, Lucifer, el gran Espíritu Maligno de todos los tiempos!!?
Nuestro pequeño hombre-barrilete se quitó la gabardina, puso la maleta encima de la mesa, la abrió y sacó unos cuernos de plástico que se instaló en la cabeza con una goma elástica por debajo de la barbilla que hacía más ostensible su papada. Se subió al taburete y dijo, mirando al techo: ¿Qué tal ahora?
-No se lo tome a mal –dijo el sr. Smith-, pero la verdad es que no acaba de imponer mucho (hay que decir que parecía el hombre-bala de un circo americano antes de salir volando por los aires. Sólo faltaba que se hubiera dejado la bragueta abierta…)
-Mire, dijo el pequeño diablo, yo tengo muchas almas a las que visitar, así que ¿quiere o no quiere?
Después de unos segundos de silencio, el Sr. Smith dijo:
-Está bien, está bien… ¿Dónde era la firma?
Al momento una luz perversa se iluminó en las pupilas del hombre-bala y con un movimiento rápido le pinchó el dedo pulgar y extrajo la gota que sellaba un pacto eterno y tenebroso. De repente, la cara del sr. Smith se transformó en una terrible mueca. El pequeño hombre bajo y gordinflón se había transformado en un ser horrendo y abominable. Sus ojos parecían los de una serpiente y sus dedos se habían transformado en poderosas garras.
Mientras se iba, el demonio le dijo con voz grave y burlona: Sr. Smith, Sr. Smith… es una pena que mientras decía todos los apelativos que la historia me ha conferido (Satán, Lucifer, Belcebú…), se olvidara de uno muy importante: “Padre de la mentira...”. Buenas y largas noches Sr. Smith…
Wilson
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